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LITERATURA

En el ramo de la escritura se ha desarrollado también de manera autodidacta desde pequeño. A los siete años escribía e ilustraba cuentos. Posteriormente desarrolló diversos poemarios (sin publicar) y luego continuó escribiendo canciones, obras de teatro, sketches, ensayos y relatos cortos.

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NUBES GRISES no es una novela autobiográfica, sin embargo, evidentemente plasma diversos hechos vividos por el autor, reflejándose en diferentes personajes de la obra. El libro fue escrito en medio del comienzo de una transformación radical, vivida a causa de fuertes experiencias y dolores que obligaron al autor a trascender su situación por medio de la escritura y la pintura principalmente para lograr sobrevivir y salir adelante. La combinación de la novela con los relatos de historia universal y los consejos para sus hijos fue su reto interior para conjuntar estas tres vertientes en un solo escrito y contarlo especialmente a sus hijos.

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LA RESPUESTA es el primer volumen de algunas de las vivencias de Tom. Un curioso ingeniero de audio que va descubriendo poco a poco en las vibraciones la capacidad de sobre pasar los límites que creemos humanos, navegando en distintas dimensiones y conociendo por medio de Paloma y su papá algunas respuestas a sus inquietudes.

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Un poco de ciencia ficción y propuestas utópicas, mezcladas con los intentos de unificación, integran el inicio de la historieta.

 

Actualmente Javier Bosque comienza la continuación de -LA RESPUESTA-

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NUBES GRISES

Arid Wilbur Jr. es un niño genio, guiado por el viejo Charles a causa del encarcelamiento y la posterior muerte de su Padre. Arid vive, al lado de su madre y sus hermanos una difícil infancia, misma que sufre un giro inesperado cuando sorprende al mundo entero con sus habilidades al piano. Sin embargo la fama y la fortuna lo asaltan. La inmadurez, la soberbia y sus inseguridades lo llevan -después de haber conseguido un gran éxito profesional-, a perder la realidad y casi todo cuanto tiene, para caer en un abismo difícil de superar. En medio de la más dura soledad y depresión, se encuentra con la única herencia que su Padre le dejó, unos escritos redactados desde la cárcel: “CONSEJOS PARA MIS HIJOS”.

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LA RESPUESTA

Tenía como 8 o 9 años. Recuerdo haber roto el plástico tan delgado con que estaba forrado el libro. Papá me había llevado a comprarlo con los ahorros de los domingos que me daba casi cada semana.

 

“Tarzán de los monos” Edgar Rice Burroughs y una acuarela con fondo blanco de un hombre musculoso con un calzoncillo de piel de jaguar, enfrentando a un león en medio de la selva, era la atractiva portada que tenía frente a mí.

 

De pasta rígida y unas 40 páginas, -con una tipografía muy grande e ilustraciones-, el fascículo uno, que integraba lo que sería la novela del gran escritor estadounidense, fue el primer libro del que tengo conciencia haber no sólo leído, sino prácticamente memorizado. Me acostaba en la cama y leía una y otra, y otra, y otra vez las aventuras del personaje que tanto me hacía soñar.

 

En verdad viajaba y me sentía en medio de la maleza cuando repasaba las páginas que tenía en mis manos. Me gustaba mucho pensar que un día, alguien leyera algo escrito por mí y que pudiera viajar y soñar, recurriendo a escenas plasmadas de mi imaginación. Así nacieron mis primeros super héroes: Norton y Lorton. Amigos viajeros intergalácticos que, en una vuelta al espacio, luego de que explotara su nave espacial, adquirían súper poderes para después enfrascarse en una serie de peleas, mismas en las que Norton defendía a la tierra de los intentos de Lorton por conquistarla.

 

Ese Javier de cuarto de primaria corría a la oficina donde Lolita -quien entiendo que se encargaba de la administración de la Clínica médica del valle, donde papá ha tenido su consultorio desde hace tantos años-, contaba con una máquina de escribir con la que se podían corregir errores de dedo.  Podía pasar horas frente a la máquina, escribiendo historias para luego acomodar las hojas -que repetía tantas veces como fuera necesario-, y lograr un paginado correcto. Luego hacía algunos dibujos, e ilustraba mi obra para después llevársela a mi papá y distraerlo de la ortodoncia en turno.

 

Él me animaba siempre y presumía mis letras con sus amigos doctores, orgulloso de la inquietud de su hijo. Papá siempre tuvo tiempo para contarnos un cuento, cada noche que recuerdo de mi infancia se hizo el espacio para acostarse y leernos.

 

Después de comer, era que mamá nos llevaba a las actividades vespertinas, nos hacía de cenar y nos tenía ya listos para cuando papá llegaba de trabajar a jugar con nosotros y terminar el día leyéndonos. Es por eso -y lo anteriormente relatado-, que este libro lo dedico especialmente a ellos, un gran equipo de papás al que tengo tanto por agradecer que no cabría en todas las páginas y renglones de todos los libros. 

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